En ninguna parte de la humanidad ha vivido tanto en plena naturaleza como en India que es, por excelencia, el país de los misterios y de las ocultas tradiciones, quizà por ser el mas antiguo y el de más densa hisroria del mundo. Allí, montañas enormes han surgido tras las montañas, especies y razas humanas se han deslizado unas sobre otras como el limo de los ríos.
Djampudvipa, la tierra erizada de montañas ( así llama a su patria Valmiki, el Homero hindú ) ha visto evolucionar seres vivientes, desde los sauros y las monstruosas serpientes de la Lemuria, hasta los mas bellos ejemplares de la raza aria, los heroes del Ramayana, de tez clara y ojos de loto.
India ha visto toda la escala de los tipos humanos, desde los descendientes de las primitivas razas, de condición semianimálica, hasta los sabios solitarios de los Himalayas y el perfecto Buda, Sakia-Muni.
Y de todo cuanto ha pululado durante edades innumerables baqjo el sol de los trópicos sobre su suelo fecundo, India ha conservado muchas cosas. Monumentos grandiosos, animales raros, tipos de razas humanas desaparecidas, recuerdos de épocas inmemoriales que flotan aún en el aire embalsamado y en las antiguas plegarias.
De los tiempos antediluvianos conserva el elefante, majestuoso y sabio, la boa voraz y los ejércitos de monos retozones. Del periodo védico subsiste el culto de los elementos y de los antepasados.
A pesar de la invasión musulmana y de la conquista inglesa, la civilización brahmánica reina como perpetua señora de sus millones de divinidades, sus vacas sagradas y sus faquires, sus templos ahondados en el corazón de los montes y sus pagodas enormes, pirámides de dioses superpuestos erguidas en los bosques y en los llanos. Allí nadie se asombra de hallar los más violentos contrastes. El fetichismo vive en paz con la más refinada filosofía. Al lado del misticismo y del pesimismo trascendentes, las religiones primitivas celebran todavía sus agitados ritos.
El mar y la montaña, que moldean la faz del planeta, se han conjurado para hacer de India el país de la contemplación y del ensueño, rodeándolo de sus masas líquidas y rocosas.
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