miércoles, 28 de mayo de 2008

EL GRAN SECRETO:


El Gran Secreto de la vida es la ley de la atracción.


La Ley de la atracción dice que lo semejante atrae a lo semejante, así que cuando tienes un pensamiento, también estás atrayendo pensamientos semejantes.


Los pensamientos son magnéticos y tienen una frecuencia. Cuando piensas, los pensamientos son enviados al Universo y atraen magnéticamente a todas las cosas que están en la misma frecuencia. Todo lo que enviamos regresa a su origen: tú.


Eres como una torre de trasmisión humana, que transmite una frecuencia con sus pensamientos. Si quieres cambiar algo en tu vida, cambia de frecuencia cambiando tus pensamientos.


Tus pensamientos actuales están creando tu vida futura. Aquello en lo más piensas o te enfocas es lo que se manifestará en tu vida.


Tus pensamientos se convierten en objetos.

lunes, 19 de mayo de 2008

La meditación VIPASSANA:





La firme determinación de,querer autodesarrollarse es muy importante -sobre todo acompañada de recta motivación- pero no es suficiente. No basta con desear algo para conseguirlo; hay que poner los medios adecuados para que sea posible su obtención. Existen tantos condicionamientos y negatividades en la mente que la firme resolución de mutarse, aun siendo necesario y un paso preliminar, no es ni mucho menos suficiente. Se requiere un método. El mismo Buda lo sabía muy bien. Descubrió, casi con espanto, que había sufrimiento; deseó, por supuesto y como toda criatura, liberarse de él, pero no bastó con ese deseo, pues de otro modo ni siquiera hubiese tenido que abandonar el palacio. Se dió cuenta de que necesitaba un estricto trabajo sobre sí mismo para liberar la mente de engaños y sufrimiento. A la sincera motivación y firme resolución debe acompañar el método, o sea un disciplinado ejercitamiento (libre y lúcidamente autoimpuesto) para superar los obstáculos de la mente. Este método está todo él constelado en el Noble Sendero Óctuple o Sendero del Medio, que es una vía gradual, pero perfectamente definida, hacia la liberación. En esta vía nada se libra al azar o a lo gratuito. Todo está perfectamente elaborado. Representa un minucioso trabajo sobre uno mismo y, consiguientemente, sobre todos los aspectos de un ser humano: moral, mental, psicológico, de comportamiento y demás. Se ofrecen las instrucciones, claves y ejercicios para lograr la recuperación de la sabiduría primordial que libera la mente de grilletes. Este camino liberatorio, formulado de uno u otro modo, debe ser quintaesencial en toda doctrina genuina, como el mismo Buda afirmase. Este fabuloso manual de impecable ética que es el Dhammapada señala:
"He aquí el camino, y no otro, del saber y de la purificación. Seguidlo y así burlaréis al dios de muerte y pasión. Siguiéndolo lograréis ponerle fin al dolor. Sé cómo sacar la espina y bien os lo he explicado yo. Ahora bregad vosotros; los budas dan sólo la instrucción. Quien, siguiéndola, medita, se libra de muerte y pasión".

ZEN Y ARTE JAPONËS


Entre los rasgos que más señaladamente caracterizan al Zen encontramos los siguientes: espiritualidad, inmediatez en la expresión, desprecio por los convencionalismos formales, y, con frecuencia, un casi desconsiderado deleite en apartarse de los cánones establecidos de respetabilidad. Por ejemplo, cuando las normas exigen un tratamiento sistemático del tema en cuestión, un pintor Zen puede prescindir de todo tipo de trazos, dejando tan sólo un insignificante trozo de roca justo en una esquina del cuadro. Cuando se supone que lo que se debería perseguir es una limpieza absoluta, el jardinero Zen puede dejar unas cuantas hojas muertas esparcidas por el jardín. Un practicante de esgrima Zen puede quedar en una casi indiferente actitud ante el enemigo, dando la impresión de que éste pudiera alcanzarle a placer, pero si realmente pone todo de su parte, el hombre Zen podrá atemorizarle con su absoluta indiferencia. En este sentido, el Zen es imprevisibilidad, está más allá de la lógica y los cálculos del sentido común.

jueves, 8 de mayo de 2008

La Meditación VIPASSANA.




Buda mostró a sus discípulos mucho menos de lo que sabía. ¿Por qué? Simplemente porque no era esencial. Declaró: "Lo que yo enseño es el sufrimiento y la manera de poner fín al sufrimiento". No se extravió en opiniones, conceptos o abstracciones metafísicas. Sabía que no hay peor apego que el que se tiene hacia las opiniones ni maraña más peligrosa que la de los conceptos. Diagnosticó el sufrimiento y proporcionó una vía para poner término al mismo. Porque no hay otra felicidad real que un estado interno de paz y la visión clara que libera, procuró las claves y métodos para purificar la mente y soltar los grilletes del apego y la aversión, es decir, la codicia y el odio.