La atención es un factor liberatorio por excelencia.
La atención es la preciosa facultad de la mente que permite conectarnos con la realidad momentánea. Gracias a la atención captamos, percibimos, sentimos y nos relacionamos con el istante. Buda declaraba que la atención es todopoderosa y que todas las cosas pueden ser dominadas mediante la atención. Nos permite observar y observarnos, descubrir y descubrirnos. El color se vuelve más color y el sonido más sonido. La atención bien establecida intensifica lo percibido. Todo adquiere un renovado peso específico gracias a la atención. Con la atención, cada momento cuenta y cada momento enseña. La atención nos enseña a registrar y tomar nota en el momento, y todo lo que somete a la luz de la atención es más preciso y significativo. Con una atención bien establecida es más fácil ver las cosas como son, mirar en la propia mente y explorarla con sabiduría, mejorar la relación humana, controlar el pensamiento y la palabra, descubrir las raíces de lo insano y tratar de superarlas, detectar las propias reacciones e intenciones, y desencadenar la visión cabal y la comprensión clara. Desde hace siete mil años los yoguis han insistido implacablemente en la necesidad de estar atentos. Igual han hecho todos los grandes maestros del espíritu. Buda declaraba: " el que está atento está vivo, pero el que no está atento es como si ya estuviera muerto". Estando atento es posible desarrollar ecuanimidad y promover los otros fáctores de iluminación. La atención firme establece la mente en un estado meditativo incluso en la vida cotidiana. Entonces el aprendizaje es continuo. Lo agradable y lo desagradable se intrumentalizan para crecer interiormente. Se captan al instante contaminaciones mentales y se las deja pasar aplicando la atención firme e inafectada; tal es el noble arte de la no reacción. Lo que surge se desvanece. Evitando la reacción de apego u odio, la mente se va equilibrando y esclareciendo. Hay una maravillosa energía integradora en la atención. Estar atento de instante en instante, con ecuanimidad, es meditación pura. Cuando un maestro budista iba paseando con su discípulo por el campo y el discípulo le dijo "instrúyeme en la verdad", el maestro le pregutó: "¿oyes el ruido del torrente?", y al responder el discípulo afirmativamente, dijo el maestro: "entonces no tengo nada que enseñarte".
Las eseñanzas de la meditación
vipassana.
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