Una tarde de agosto regresaba caminando a casa después de una tormenta. Todo era vaporoso y húmedo. Estaba en la orilla del parque cuando el sol salió de golpe y tapizó el verde de un resplandor dorado. La luz se filtraba a través de las hojas transfiguraba todo aquello que tocaba. Cuando llegué a un estanque dorado devine uno con la luz. Todo mi interior se serenó entonces y me detuve, transportado. Los pensamientos obsesivos que habitualmente ocupan mi mente se desvanecieron en la nada.
En ese mismo instante tuve la certeza de saber, me sentí uno con la sabiduría de todos los tiempos y todo miedo desapareció. Cuando dejé el circulo de luz que me unificó con el Universo sentí que había alcanzado la perfección simple y estaba segura de que mi vida había cambiado de manera irreversible. Con el paso del tiempo, la paz se fue disolviendo gradualmente, pero su recuerdo no me ha abandonado jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario